Creo que mi racha de mala suerte comenzó cuando hace dos días tire de la cisterna del inodoro de mi habitación y se inundo el baño. A partir de eso momento no he dado pie con bola. “Oiga, que si me arreglan el baño, que se ha salido afuera toda la mierda que debería estar dentro”. “Tomorrow”, tomorrow”. “No tomorrow, no, que huele que no lo sabe usted bien”.

Al final conseguí que nos cambiaran de habitación. Muy parecida a la que estábamos. Confortable (dentro de las escalas que se manejan aquí). Contento estaba yo hasta que a la hora de dormir conectamos el ventilador y hace mas ruido que un Airbus. Imposible dormir con el conectado así que decidimos desconectarlo. Imposible dormir sin ventilador. El calor es brutal. Me despierto cada 20 minutos empapado en sudor. La conclusión es que ni Julio ni yo podemos dormir correctamente.

“Oiga, por favor, que si nos pueden cambiar el ventilador, que no hemos pegado ojo y suena como una vespino con el tubo de escape recortado”. Y me dice que a las 3 viene el electricista. Y a las 3 nadie se acuerda de que tenia que venir el electricista. Después de enfadarme un poco el señor acude. Cambia el ventilador y le doy las gracias. Es entonces cuando mi estomago me hace un extraño ruido. Este es el comienzo de mi estancia reposada por dos días.


Primero en el hotel Paragon disfrutando de mi habitación y de la terraza


y después en el Astoria, en nuestra ya famosa azotea. No es nada, es solo cansancio y diarrea. Las diarreas aquí son como desayunar, es algo de casi todos los días. Ahora ya estoy de vuelta, después de un par de días en los que el blog se ha actualizado gracias al gran trabajo de Rebeca.

Ahora me voy a comer un poco de arroz para asentar el cuerpo. Namaste.